sábado, 16 de noviembre de 2019

Nuestro Hogar


Existe un espacio sagrado al que aprendimos a llamar hogar. Las paredes donde habitamos nos dan la oportunidad de impregnarles personalidad y un sentido de verdad propia que nos cobija, que nos proporciona paz y tranquilidad, ese lugar al cual llegar y descansar de un sistema depredador que está diseñado para que fracasemos, que está construido en su mayoría de ilusión, de una realidad distorsionada que nos aleja de la esencia de vivir, del sentido de la vida.

Cualquier día sales de tu espacio de comunión, de ese espacio que te apoya en mantenerte centrado, para chocar de frente con un sistema de creencias que ponen a tambalear las tuyas propias, las nuevas que has adquirido en el proceso de evolucionar contra la corriente, porque esas creencias fueron grabadas en tu subconsciente cuando comenzaste a dejar de ser puro, inocente, verdadero, cuando fuiste corrompido, educado, adoctrinado por la sociedad. 

Se despiertan esas memorias y se crea una lucha interna que revela ahora una mayor verdad: aquel espacio al cual volver y refugiarte de la locura del mundo exterior, ese lugar al que llamas tu hogar, en realidad no es tu hogar, no puede serlo, porque tu hogar debe ser cualquier sitio a donde quiera que tú vayas, y eso solo es posible siendo tú el hogar. De ahí que nos llamemos Templo.

El hogar eres tú mismo, lo suficientemente fortalecido para no dejarte modificar por nada de lo que veas o escuches en tu entorno. El hogar eres tú mismo eligiendo conscientemente que información procesar para que se convierta en tu alimento. Tú eres el lugar de refugio, de paz que, sin escatimar en esfuerzo, impone la Verdad sobre la ilusión.

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