El páncreas forma
parte del aparto digestivo y tiene dos funciones principales: la exocrina, que
consiste en la producción de los jugos gástricos esenciales, de carácter
eminentemente agresivo, y la endocrina. Mediante la función endocrina el
páncreas produce insulina. El déficit de producción de estas células da lugar a
una afección muy frecuente: la diabetes (azúcar en la sangre). La palabra
diabetes se deriva del verbo griego diabainain, que significa echar o pasar a
través. En un principio, en Alemania, se llamo a esta enfermedad
Zuckerharnruhr, es decir literalmente, diarrea de azúcar. Si recordamos el
simbolismo de la alimentación expuesto al principio de este capítulo, podemos
traducir libremente la diarrea de azúcar por diarrea de amor. el diabético (por
falta de insulina) no puede asimilar el azúcar contenido en los alimentos ; el
azúcar escapa de su cuerpo con la orina. Solo sustituyendo la palabra azúcar
por la palabra amor habremos expuesto con claridad el problema del diabético. Las
cosas dulces no son sino sucedáneo de otras dulzuras. Detrás del deseo del
diabético de saborear cosas dulce y su
incapacidad para asimilar el azúcar y almacenarlo en las propias células esta
el afán no reconocido de la realización amorosa, unido a la incapacidad de
aceptar el a mor, de abrirse a él. El diabético – y esto es significativo –
tiene que alimentarse de <sucedáneos>: sucedáneos para satisfacer unos
deseos auténticos. La diabetes produce la hiperacidulacion o avinagramiento de
todo el cuerpo y puede provocar incluso un coma. Ya conocemos estos ácidos,
símbolo de la agresividad. Una y otra vez, nos encontramos con esta polaridad
de amor y agresividad, de azúcar y acido (en mitología: Venus y Marte). El
cuerpo nos enseña: el que no ama se agria; o formulado más claramente: el que
no sabe disfrutar se hace insoportable.
Solo puede
recibir amor el que es capaz de darlo: el diabético da amor solo en forma de
azúcar en la orina. El que no se deja impregnar no retiene el azúcar. El
diabético quiere amor (cosas dulces) pero no se atreve a buscarlo activamente
(a mi lo dulce no me conviene!). Pero lo desea (Que más quisiera, pero no
puedo!). No puede recibir puesto que no aprendió a dar, y por lo tanto no
retiene el amor en el cuerpo: no asimila el azúcar y tiene que expulsarlo.
Cualquiera no se amarga!
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Extraido del libro: La enfermedad como camino.
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