domingo, 2 de junio de 2019

Todos los caminos llevan a Roma


Todos los caminos llevan a Roma. Una frase cotidiana para expresar que de cualquier modo llegaremos a nuestro destino. Ahora, transitar el camino conlleva a experimentar situaciones de toda índole y hemos aprendido a darte una connotación negativa a aquellas situaciones en donde no experimentamos un resultado deseado o satisfactorio, solemos llamarles errores. Es como si en la naturaleza polar de nuestra mente abrazáramos solo el aspecto luminoso de la vida, privándonos de nutrirnos de las enseñanzas que podemos extraer de las dificultades o supuestos fracasos.

Entonces, lo primero sería comprender que no existe tal cosa como el error, hasta la acción más simple tiene una razón de ser, tiene un propósito claro. Puede que muchas de nuestras acciones del pasado nos hayan parecido inapropiadas, para no entrar en el tema del error, pero fueron necesarias para develar alguna verdad, hacernos conscientes de algo, aprender una lección, cambiar un patrón, incluso redefinir nuestros objetivos; y son gracias a ellas que estamos en donde estamos.

Por otro lado, no existen caminos errados sino caminos diferentes que nos conducen a destinos diferentes, por lo que tomar un camino u otro debe venir acompañado de una conciencia clara de hacia dónde queremos llegar.  Incluso puede suceder que distintos caminos nos lleven al mismo destino solo que con un aprendizaje diferente. En su dualidad, la mente opera separando y polarizando los aspectos de una situación y catalogándolos de correctos o incorrectos, enfocada en un limitado contexto, pero la realidad es que, visto desde arriba, desde la Conciencia, el escenario es muy amplio y contempla todos los hilos que tejen la red. Visto de este modo, se torna más sencillo entender por qué y para qué hemos tomamos ciertas decisiones y caminos. 

Debemos aprender a cultivar certeza, esa convicción de que más allá de las experiencias puntuales, con una conciencia clara de hacia dónde queremos ir, paso a paso se abrirán los caminos para poder llegar, dejándonos las lecciones que necesitemos aprender para fortalecernos en el proceso. Debemos aprender a tener el corazón alineado con el propósito. 

La vida trabaja de forma misteriosa y cuando abrimos nuestra mente al mundo infinito de posibilidades, entendemos que no hay manera de tener el control y que solo fluyendo con la vida misma podremos dejar que la Divinidad obre en nuestro mayor beneficio.

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