Todos los caminos llevan a Roma. Una frase cotidiana para
expresar que de cualquier modo llegaremos a nuestro destino. Ahora, transitar
el camino conlleva a experimentar situaciones de toda índole y hemos aprendido
a darte una connotación negativa a aquellas situaciones en donde no experimentamos
un resultado deseado o satisfactorio, solemos llamarles errores. Es como si en la
naturaleza polar de nuestra mente abrazáramos solo el aspecto luminoso de la
vida, privándonos de nutrirnos de las enseñanzas que podemos extraer de las
dificultades o supuestos fracasos.
Entonces, lo primero sería comprender que no existe tal cosa
como el error, hasta la acción más simple tiene una razón de ser, tiene un propósito
claro. Puede que muchas de nuestras acciones del pasado nos hayan parecido inapropiadas,
para no entrar en el tema del error, pero fueron necesarias para develar alguna
verdad, hacernos conscientes de algo, aprender una lección, cambiar un patrón,
incluso redefinir nuestros objetivos; y son gracias a ellas que estamos en
donde estamos.
Por otro lado, no existen caminos errados sino caminos
diferentes que nos conducen a destinos diferentes, por lo que tomar un camino u
otro debe venir acompañado de una conciencia clara de hacia dónde queremos
llegar. Incluso puede suceder que
distintos caminos nos lleven al mismo destino solo que con un aprendizaje
diferente. En su dualidad, la mente opera separando y polarizando los aspectos
de una situación y catalogándolos de correctos o incorrectos, enfocada en un
limitado contexto, pero la realidad es que, visto desde arriba, desde la
Conciencia, el escenario es muy amplio y contempla todos los hilos que tejen la
red. Visto de este modo, se torna más sencillo entender por qué y para qué
hemos tomamos ciertas decisiones y caminos.
Debemos aprender a cultivar certeza, esa convicción de que más
allá de las experiencias puntuales, con una conciencia clara de hacia dónde
queremos ir, paso a paso se abrirán los caminos para poder llegar, dejándonos las
lecciones que necesitemos aprender para fortalecernos en el proceso. Debemos
aprender a tener el corazón alineado con el propósito.
La vida trabaja de forma misteriosa y cuando abrimos nuestra
mente al mundo infinito de posibilidades, entendemos que no hay manera de tener
el control y que solo fluyendo con la vida misma podremos dejar que la Divinidad
obre en nuestro mayor beneficio.
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